martes, 2 de septiembre de 2008

“ ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN CHILENA EN EL PERÍODO DE TRANSICIÓN DEL SIGLO XIX AL XX: ETAPA EN QUE SE GESTAN ALGUNOS..."

Page ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN CHILENA EN EL PERÍODO DE TRANSICIÓN DEL SIGLO XIX AL XX: ETAPA EN QUE SE GESTAN ALGUNOS DE LOS DESAFÍOS QUE ORIENTAN EL DESARROLLO EDUCATIVO POSTERIOR”. Autor: G. ANDRÉS GUZMAN TRAVERSO Institución: Facultad de Educación. Pontificia Universidad Católica de Chile Avda. Vicuña Mackenna 4860. Santiago. Fono: 686 5355/Fax: 553 00 92 e-mail: gguzman@puc.cl La presente ponencia busca describir y analizar algunos de los principales desafíos que se presentan al sistema escolar en la sociedad chilena al finalizar el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, y cómo en su intento de respuesta se generan procesos que orientan el desarrollo educativo posterior. Para el logro de este objetivo es necesario situar dicho análisis en un contexto histórico más amplio, partiendo de la tesis de que un cambio de siglo no implica una ruptura de los procesos históricos, sino más bien, en un hito o fecha que se sirve como elemento ordenador. Por lo tanto, la presente ponencia debe ser vista como parte de un estudio más amplio, y coordinarla con la presentada al IV Congreso de Historia de la Educación Latinoamericana, realizado en Santiago de Chile (1998: “La formación del Sistema Escolar Chileno: Un Proyecto Político”. En ella se trató de probar que la gestación del sistema escolar exigió una política educacional con una proyección en el tiempo que dio cierta coherencia a las acciones educativas, no estando exenta de contradicciones entre lo declarativo y las acciones concretas. Esta proyección en el tiempo se debió a la existencia de un consenso básico que orientó dichas políticas en el momento histórico en que se gestó el sistema escolar chileno. “En la primera mitad del siglo XIX, predomina en el país una visión de construcción de futuro; la idea de una nación en formación, por lo tanto, se percibe como un desafío central del sistema escolar; dar coherencia e identidad cultural al país, para lo cual es necesario que el Estado cumpla un papel fundamental como organismo capaz de impulsar dicho proceso, a través de acciones de una educación formadora de una elite dirigente que tenga una coherencia cultural que facilite el proceso integrador “ (ponencia 1998). 1 Page 2 Por lo tanto, una de las preocupaciones predominantes, durante el siglo XIX, fue crear un sistema escolar formador de una elite que, impregnada en la cultura europea, organizara un país moderno que superara la barbarie. En efecto, en las primeras décadas del siglo XIX, etapa de formación de la nueva república, predomina una visión idealista utópica sobre la educación, con influencia de las ideas de la Ilustración. En dicha etapa se pensó que el progreso y la modernización del país dependían de la educación, que es percibida como la variable que provoca el progreso. Al analizar las experiencias educativas de ese período se puede observar que un número importante de proyectos educativos no se extiende en el tiempo, y que muchas de las ideas enunciadas por los intelectuales quedan sólo en el campo de propuestas sin llegar a concretarse. Existió una distancia marcada entre el interés de algunos intelectuales y la realidad que mediatiza la aplicación de las ideas. En una segunda etapa, predominó una perspectiva más realista, en la cual el interés se centró en constituir las bases del sistema escolar. Este período se marcó notoriamente en la década de l840 con la creación de las instituciones educacionales básicas: Universidad de Chile, Escuela de Preceptores, un número significativo de Liceos, y otras instituciones que sirvieron de sustentación en la formación del sistema escolar. En la segunda mitad del siglo XIX, se recibió la influencia del positivismo francés, con su valorización de la ciencia dentro de una perspectiva epistemológica predominante en dicha corriente de pensamiento; se hacen intentos por incorporar con más amplitud el estudio de las asignaturas científicas en los Liceos, así como abrir un campo de investigación, lo cual se vio limitado entre otras razones por el carácter profesionalizante que empezó a predominar en la universidad, así como por ciertos rasgos culturales de la elite dominante. A fines del siglo XIX, desde el punto de vista educacional, se recibe una fuerte influencia alemana, que se manifiesta en el Congreso Pedagógico de l889 y en la creación del Instituto Pedagógico, influencia que se mantiene durante las primeras décadas del siglo XX. El hecho de que predomine un sistema escolar selectivo y centrado en la formación de una elite, aunque gradualmente abierto a incorporar a heterogéneos sectores medios en formación, no significa que sea una decisión que corresponda sólo a una política educativa, sino que ella refleja, aunque mediatizadas, las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales predominantes en el país. En el estudio de la Historia de la Educación, he asumido una concepción que busca comprender los hechos y procesos en su interdependencia y, por lo tanto, no se concibe a la educación aislada de su contexto, ni como una variable sólo dependiente, sino en su relación interdependiente con los otros procesos históricos que se dan en el contexto general del país, sin que esto impida comprender su especificidad. 2 Page 3 En cierta forma, la educación es un puente entre una realidad que condiciona y una idealidad que se anhela construir y que se cree posible. En el período de formación y organización del país como república independiente, surgen ideas y propuestas en el plano educativo, pero la realidad se encargó de proyectar algunas y mediatizar o postergar otras. La educación del pueblo estuvo presente en el campo de las ideas. En efecto, en pleno proceso de la independencia, Camilo Henríquez sostenía que una de las virtudes de los EE.UU., era que “todos saben leer y escribir. En casi todos los Estados han establecido escuelas públicas, de modo que el más pobre no pasa por el dolor de ver a sus hijos crecer en la ignorancia”. Propone que este nuevo país, logre una educación popular; en efecto, en sus crónicas sobre el Instituto Nacional señalaba: “El logro de una empresa alienta al gobierno a meditar y emprender otra no menos grande y saludable. Tal es la del Instituto de Educación e Industria Popular para formar artesanos virtuosos y hábiles y llenar el Estado de fuerzas y virtudes pacíficas; cuánto nos falta y tenemos que aprender. ¡Seamos libres, y todo lo conseguiremos!”. Camilo Henríquez es considerado como uno de los próceres de la independencia que actúa en el plano de las ideas y él percibe a la educación como palanca de un progreso industrial, del desarrollo de un pueblo virtuoso, y como un producto necesario del logro de la libertad. Era un pensamiento utópico para su época; el cauce político y económico siguió otro rumbo en el país. Pero, posteriormente, un estadista y gobernante, don Manuel Montt, con un sentido más realista, vuelve a presentar el problema al señalar: “Gran parte de los males que aquejan a la sociedad y que afectan el orden público, o que influyen en la desgracia de los individuos y las familias, tiene su raíz principalmente en la ignorancia. Extirparla mediante un buen sistema de educación común, que ilustre a las masas, corrija sus malos hábitos y les forme buenas costumbres, es la obra más urgente reclamada que podéis emprender”. (Informe a los representantes de la nación). Montt no es sólo un hombre que se mueve en el campo de las ideas, es un estadista que busca y propone caminos para resolver los problemas del país, por eso es explicable que proponga implementar una política educacional que incluye la educación popular. Y en otro informe a los representantes de la nación, señala lo siguiente: ”La instrucción primaria no puede estar convenientemente difundida y cimentada mientras la ley no haga concurrir a esta obra al Estado con su inspección superior, a las Municipalidades con su dirección inmediata, a los particulares con la parte que en ella deben tomar, y a todos con la erogación que le constituya una renta especial y permanente”. Para el Presidente M. Montt, se requiere un esfuerzo del conjunto de la comunidad nacional para poder enfrentar con éxito el problema de la educación popular, y comprende que eso requiere de un aporte económico permanente, aportado por la comunidad nacional, para crear un fondo específico para la educación. Esta idea la retoma al dictar la ley de l860 sobre la gratuidad de la educación. Se podría citar a muchos otros pensadores que proponen como primera necesidad del país, la educación del pueblo, pero por las razones que se han señalado en la presente ponencia, ellas no se concretan. En efecto, cuando se realiza el Congreso Pedagógico de l889, surge con fuerza la necesidad de la educación del pueblo. El Ministro de Instrucción (Puga 3 Page 4 Borne), al inaugurar dicho Congreso señalaba: “Hai una cifra que se toma generalmente como el indicio más próximo del desarrollo de la instrucción de un pueblo: es la proporción entre ella con el número total de habitantes: Pues bien, en Chile, sólo ha alcanzado a adquirir este rendimiento de instrucción el 25% de la población, cifra que importa una evaluación bien triste i que debe obligarnos a serias meditaciones”. Este discurso nos señala con claridad que la educación primaria era fuertemente selectiva y que era necesario enfrentarla como un problema nacional. El propio ministro en el discurso citado, propone soluciones bien específicas al señalar que es necesario elevar el número de escuelas primarias de 1500 a 3000 y el número de alumnos de 100.000 a 300.000, duplicar el número de escuela y triplicar el de alumnos. En este Congreso, se hace referencia a la experiencia alemana y especialmente a la realidad del Prusia, que buscó en la educación el elemento unificador de la nación e impulsor de su desarrollo. A fines del siglo XIX, se percibe que es necesaria la educación del pueblo que no basta con una elite ilustrada y una de la razones que sirven de fundamento a esta necesidad de ampliar la cobertura escolar es de naturaleza política. Esta idea la plantea con claridad el señor Julio Bañado Espinoza en su calidad de Vicepresidente del Congreso señalado, y que ejerce un papel significativo en el gobierno de ese período, al señalar: “Hoi la ciencia prueba i la constitución sostiene que el poder público nace del pueblo, que la soberanía orijinaria tiene por punto de arranque el pueblo, que los mandatarios se nombran para servir al pueblo, que la concepción del Estado es inseparable de la existencia del pueblo, i que los gobiernos deben seguir las inspiraciones, los anhelos, el espíritu i hasta las pasiones jenerosas del pueblo”. Y reafirma esta función política de la educación al señalar: “La sustitución del pueblo-paria por el pueblo-rei, del pueblo-nada por el pueblo-todo, ha hecho indispensable que todas las fuerzas activas del país, condensadas y rejidas con destreza y sabiduría, converjan a la educación moral, intelectual i física de aquel organismo matriz del que nacen los demás organismos de la sociedad política La instrucción pública es por eso inseparable de la soberanía nacional”. El autor citado percibe y explicita la importante función política de la educación; está reconociendo que la construcción de una república democrática requiere de un pueblo educado. El señor Bañado hace explícita la función social de la educación al señalar “La instrucción pública tiene por objeto llegar a conseguir el progreso social por medio del progreso individual”. En cierta forma se asume, en el congreso Pedagógico de l889, la idea de uno de los constructores del sistema escolar. A. Bello, quien señaló “... fomentar los establecimientos públicos destinados a una corta porción del pueblo no es fomentar la educación: porque no basta formar hombres hábiles en las altas profesiones; es preciso formar ciudadanos útiles, preciso mejorar la sociedad y esto no se puede conseguir sin abrir el campo de los adelantamientos a la parte más numerosa de ella. “Qué haremos con tener oradores, jurisconsultos y estadistas, si la masa del pueblo vive sumergida en la noche de la ignorancia; y no puede cooperar en la parte que le toca a la marcha de los negocios, ni a la 4 Page 5 riqueza, ni ganar aquel bienestar a que es acreedor la gran mayoría de un Estado?. No fijar la vista en los medios más a propósito para educarla, sería no interesarse en la prosperidad nacional”. (cit por Jobet “Doctrina y Praxis de los Educadores Chilenos. Pág. 17l). Si bien la educación del pueblo está presente entre los intelectuales del siglo XIX, es en el Congreso de l889 donde se busca hacer más explícita la idea, se propone que la instrucción primaria debe ser universal, sin negar la selectividad en los otros niveles del sistema. Se la concibe como la única que garantiza la democracia y participa en los cambios cualitativos de los procesos productivos, e impulsa un desarrollo industrial, así como al mismo tiempo, fortalece el sentimiento nacional. El Congreso de 1889 no sólo se queda en un enunciado cuantitativo, sino que apunta a los cambios cualitativos de la educación. En efecto, el organizador de dicho Congreso, el señor Abelardo Núñez, señala que para lograr el desarrollo político, social y económico del país, no sólo es necesario fundar más escuelas, sino que éstas deben ser de naturaleza distinta, y al respecto señala en su discurso inaugural del Congreso: “En la Escuela moderna al estudio de las palabras han venido a sustituir la observación i la contemplación directa de las cosas; a las letras muertas del texto, la actividad de la inteligencia; a la imposición de las ideas sin comprenderlas, el ejercicio del espíritu, que investiga, que compara i juzga!. Para realizar este cambio es necesario el compromiso del profesor, para lo cual el ministro citado señaló en su discurso inaugural: “El preceptor chileno, congregándose en asambleas periódicas, tendrá ocasión de fortalecer las relaciones de confraternidad entre colegas y de estrechar vínculos de armonía con sus jefes jerárquicos y lograr de ese modo crear una comunidad de espíritu i solidaridad que constituyen el poder y la dignidad del cuerpo docente”. El Congreso en estudio señala otro gran objetivo a la comunidad nacional: la necesidad de fortalecer la acción del docente por medio de su organización y su capacidad de participar, desde su praxis, en la orientación del sistema escolar. El propio congreso fue, por su organización, una instancia de participación del docente de base, convencido de que el cambio en la educación requiere de un profesor comprometido. Desde el punto de vista de las ideas el siglo XIX termina planteando como objetivo: universalizar la Educación Primaria, incorporar la escuela moderna, con un preceptor capaz de ser agente de cambio. En lo político percibe a la educación como la formadora del ciudadano que tendrá que participar en una república cada vez más democrática. En lo social, como palanca del desarrollo social; y en lo económico, como la formadora de un hombre capaz de actuar en el desarrollo industrial. Pero, como se ha señalado, en el presente trabajo, la educación se mueve entre un conjunto de ideas que la impulsa y una realidad que la condiciona. Los contextos sociales, culturales, políticos y económicos del país actúan como mediatizadores de estos proyectos. 5 Page 6 En efecto, la revolución de 1891 afectó el clima de convivencia interna y la continuidad de ciertas políticas centrales que perfilaban un modelo de desarrollo del país. En lo económico se intensificó una economía abierta al comercio exterior, sustentada principalmente en la exportación salitrera y en la importación de los más variados tipos de bienes, paralizando en parte, el desarrollo industrial del país. Este modelo económico de crecimiento simple no requiere de un recurso humano más calificado, por lo tanto, la presión sobre el sistema educativo, desde el sector económico, no es de un alto nivel de exigencia. En lo político se refuerza un proceso de participación selectiva y se mantiene una elite dirigente que sustenta su poder tanto en sus condiciones sociales como en su poder económico. En lo cultural sigue predominando la valorización, por parte de los sectores gobernantes, de una forma de vida que imita algunos de los modelos de los centros predominantes en el mundo europeo, pero cada vez más abierta a la influencia norteamericana. Predomina en algunos sectores sociales, una tendencia al consumo, pero sin ir acompañado de una real valorización del trabajo productivo; por lo tanto, estos sectores sociales siguen presionando por un sistema escolar abierto a elementos culturales externos y no por uno que incentive las fuerzas culturales internas. En lo social, se manifiestan con fuerza los problemas sociales, coexistiendo dos mundos yuxtapuestos, el del palacio y el del conventillo, dos mundo separados no sólo por sus niveles socioeconómicos, sino también culturales; dos formas de percibir el mundo. La realidad social se ve impactada por las grandes epidemias que afectaron al país. Chile fue afectado durante las ultimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, por epidemias de cólera y de viruela, colocando en el eje de las preocupaciones una política de salud cuyos personeros la ven íntimamente relacionada con la educación: la doctora Eloísa Díaz, el doctor Carlos Fernández P., entre otros, se preocupan no sólo por la salud, sino que perciben su interdependencia con la realidad educacional del país, de tal forma que ellos se comprometen en actividades de esta naturaleza. El drama de la situación social de fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX llevó al historiador Gonzalo Vial (Historia de Chile, volumen I, tomo II) a denominarla, al describirla la titula “El país de los Muertos” y demostró con fuentes estadísticas que la mortalidad general, que había disminuido hasta 1880, a partir de esa fecha, tiende a aumentar y señala como un dato significativo lo siguiente: “Sobre 626.623 fallecidos desde 1905 hasta 1910, 303.417 (48,42%) no alcanzaban los cinco años. Durante aquel sexenio, día tras día, murió en Chile un niño cada menos de diez minutos”. No se trataba sólo de que el niño no iba a la escuela, sino que más del 48% no llegaba a la edad escolar, y el que llegaba no encontraba una escuela a la cual asistir, o no estaba en condiciones sociales y vitales que le permitieran el adecuado rendimiento escolar. 6 Page 7 El problema de la salud y el de la educación se presentaban como desafíos íntimamente relacionados y ellos eran un reflejo de las condiciones sociales, económicas y políticas existentes, así como de cierta percepción cultural de sectores sociales importantes. Los problemas de educación y salud debía enfrentarse en común y fuertemente relacionados con los otros componentes del sistema social. Los educadores tienen claro que los problemas educacionales requieren de una política social, y especialmente de salud, que permita que amplios sectores sociales salgan de su extrema condición de pobreza: los médicos entienden que los graves problemas de su área requieren tanto de respuestas educativas como sociales complementarias a las suyas. Pero esta visión integradora no se proyectó al plano de los objetivos políticos, y por lo tanto, no se dieron las acciones necesarias para su verdadera solución y quedó como un desafío latente que se hará explícito durante el desarrollo del siglo XX. Consecuentemente con la afirmación anterior las políticas educativas, así como los proyectos más específicos que surgen, no tienen la coordinación necesaria con las políticas de los contextos complementarios; esto no significa desconocer la existencia de los planteamientos que diferentes actores sociales realizan en ese sentido. Se buscó, como una fórmula de plantear los desafíos educacionales, la convocatoria a Congresos para clarificar ideas y proponer caminos en esta área. En efecto, en 1902, se realiza un Congreso General de Enseñanza, convocado y organizado por la Universidad de Chile. En él se realiza un diagnóstico de la educación chilena del siglo anterior; se reconocen sus avances, pero también sus limitaciones. Este diagnóstico se hace con un sentido proyectivo, tratando de determinar los nuevos y futuros desafíos, entre los cuales se destacó principalmente lo siguiente: A) Otorgar una estructura más orgánica al sistema escolar, con una adecuada coordinación interna. B) Adecuar el sistema a los desafíos de atender una población cada vez más heterogénea. C) Buscar que la educación responda a las necesidades del país. Si bien el Congreso reforzó la idea de una sólida formación general, no fue ajeno a los problemas de su tiempo al tratar de comprender las condiciones reales del educando. En efecto, el congreso en su sección de enseñanza primaria propone como un tema de estudio “Medios para conseguir que los niños de las clases más bajas frecuenten las escuelas”. Busca crear una escuela que responda a las necesidades de los sectores populares y la necesidad de tener “Estadísticas, censo y mapa escolar de la república”. Entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX se empieza a presionar por abrir la cobertura del sistema escolar en sus primeros niveles a toda la población en edad escolar, idea que se busca concretar con la dictación de la “Ley de Instrucción Primaria Obligatoria” (1920). 7 Page 8 Pero, si bien no siempre en forma explícita, se abre camino la idea de que no basta abrir la escuela y exigir la asistencia a ella, sin considerar que las condiciones sociales en que viven amplios sectores de niños serán un factor que condiciona su permanencia y ascenso en el sistema escolar. Por eso a comienzos del siglo se empieza a visualizar la necesidad del apoyo asistencial de esos sectores sociales. Se toma conciencia, por lo menos, en sectores intelectuales de que el problema del país es integral. En efecto, al llegar la celebración del Centenario de la Independencia del país, estos intelectuales ponen el acento en mostrar que el país está en una profunda crisis, y desde este , enfocan la problemática educativa. Al relacionar la educación con la percepción de crisis que esos intelectuales tienen del , algunos la analizarán como variable dependiente y otros como independiente de la crisis. Al margen de las diferentes posturas, es significativo el esfuerzo por situar la educación en su relación con el contexto del país. Esta visión integradora se hace presente en el Congreso de Educación Secundaria convocado por la Universidad de Chile en 1912, en dicho congreso se hacen manifiestas dos posturas diferentes. Una, sostenida preferentemente por el destacado profesor don Enrique Molina, quien la precisa en un artículo del diario “El Mercurio” (19-IX-1912): “en mi discurso no he sostenido las ventajas de una educación puramente intelectual, porque jamás he creído que ésta sea provechosa, efectuada en forma exclusiva. Lo que he defendido es una educación armónica e integral. He dicho que es menester dar a nuestra juventud una educación general completa, que levante su carácter y personalidad sobre el firme cimiento de una cultura moral (y dentro de ella la económica), cívica, física e intelectual”. El cree en la responsabilidad social de la educación pero, a partir de la formación, una persona integral. Otra formulada por don Francisco A. Encina; abogado, historiador y empresario agrícola, que el 4 de septiembre de 1912, expresaba en el diario “El Mercurio“: “El desarrollo intelectual es un bien, pero, sólo a condición de que vaya acompañado de un desarrollo moral y económico en armonía con él. “La Teoría de la Educación” que se ha rehecho desde sus bases en los últimos cinco años, toma nota de este hecho y recomienda a las sociedades jóvenes una educación esencialmente moral y económica, antes que intelectual”. Frente a esta dos posturas, un grupo de profesores propone una visión más integradora que es expresada por don Darío Salas en un artículo en la revista “El Año Pedagógico”, en l913: “Difícil es decir en qué consiste esa armonización. No se encuentra en ninguna de las conclusiones aprobadas y está en muchas. Nos atrevemos a formularla así: la enseñanza ha de ser en lo posible nacional, en cuanto al profesorado y en cuanto a que debe tomar en cuenta, así la idiosincrasia de nuestro pueblo, como nuestro Estado social, nuestras necesidades y nuestros recursos; ha de ser utilitaria en cuanto a juzgar el valor de lo adquirido mediante la educación que damos no debe ser otro que la eficiencia social; ha de ser científica en cuanto a su procedimientos y a las actitudes mentales permanentes que desarrolla en el discípulo; y ha de ser humanista en cuanto, junto con armar al joven para la vida, debe hacerlo copartícipe en la herencia de la humanidad y enseñarle, al enseñarle a vivir, cómo han pensado, cómo han sentido, cómo han obrado; en una palabra, cómo han vivido los que antes que él se agitaron en el mundo por él para él”. 8 Page 9 Don Darío Salas no sólo interpreta las ideas centrales del Congreso señalado, sino que presenta un proyecto de política educativa que en cierta forma, clarifica el desafío educativo del siglo XX. El autor profundiza y amplia estas ideas en su Libro: “El Problema Nacional”, publicado en l917, en el cual demuestra que el problema fundamental del país es la educación del pueblo y que mientras no se logre ese objetivo, no es posible el desarrollo social, económico y político del país. En síntesis, a partir de las reflexiones de la presente ponencia, podemos concluir que el tránsito entre el siglo XIX y XX, desde el punto de vista educacional, implicaba ser capaz de diseñar y ejecutar una política educativa de Estado que involucrara a la comunidad en su conjunto, que le permitiera enfrentar la realización de proyectos educativos, capaces de: - Incorporar al pueblo a la cultura letrada, lo que significaba universalizar el ingreso a la escuela primaria y asegurar la permanencia en ella para consolidar un aprendizaje adecuado a las exigencias de los tiempos; - Al hacer universal el acceso a la escuela se haría presente al interior de ella, la complejidad social existente en el país y, por lo tanto, requería de una adecuada flexibilidad en las respuestas educativas lo que se hacía muy difícil en un sistema fuertemente centralizado y con una tendencia a la burocratización creciente. - Debía responder a las diferentes realidades geográficas, económicas, sociales y culturales del país, lo que, sin duda, exigía ciertos mecanismos de descentralización - Hacer sentir la educación como una necesidad y tarea nacional y, por lo tanto, abrir canales de participación. - Situar a la educación en una perspectiva integradora, lo que implicaba la construcción de un proyecto de desarrollo compartido en sus valores básicos. - La perspectiva del tiempo nos permite formular la siguiente hipótesis: la falta de un proyecto político sustentado en un consenso básico y generando mecanismos de participación propios de una sociedad democrática, fue un factor limitante para que se gestara, en ese período, una política educativa que trascendiendo a los gobiernos, pudiera enfrentar adecuadamente los desafíos que se fueron perfilando en la sociedad chilena. 9 Page 10 FUENTES: (entre otras) CONSULTADAS. Directas: - Las Actas de los Congresos Educacionales del Período.( 1889,1902, y 1912) - Discurso de algunas de las autoridades educacionales del período. - Revistas Especializadas. Indirectas: Jobet, Julio César: “Doctrina y Praxis de los Educadores Representativos Chilenos”, Santiago, Ed. Andrés Bello, l970. Labarca, Amanda: “Historia de la Enseñanza en Chile”. Santiago, l946. Salas, Darío: “El problema nacional”, Santiago, l917. Serrano, Sol: “Universidad y Nación”. Ed. Universitaria, l992

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Oh este blog es maravilloso. Me encanto. Y ese Ícaro alas de fuego sale tan tierno en la foto.
Deberia haber una foto de la miita.
Debe ser muy linda.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Míita no se presta para eso.

Anónimo dijo...

Miita es una mujer seria